Se convoca a la vieja guardia. Ya no sólo podemos arreglar el país y el mundo en beódas reuniones de tarde en tarde. Siguiendo una idea del amarillo aquí podemos enderezar el rumbo de nuestro paí... conjunto de naciones plurinacional, pluricultural, plurilingüe y pluritalantera, reinvidicar su historia... o lo que nos de la gana. Al principio no vais a escribir... pero ya entraremos en algún tema polémico y no podreis resistiros.

lunes, 7 de abril de 2008

'in memoriam' a un héroe de Jerez

Diego Fernández Herrera, es a diferencia de Alfonso X El Sabio, el héroe de Jerez y de los jerezanos. Aunque el segundo libró a la villa de la definitiva presencia musulmana, fue el hidalgo jerezano quien evitó con una acción de astucia, pero peligrosa -tanto que al final le costó la vida-, acabar con la intención de los moros de recuperar la ciudad.

Corría el año 1339, 27 de octubre y vísperas de los santos Simón y Judas-Tadeo (apóstoles). La historia recopilada en los Archivos Municipales, cuenta que apostados en el llano del Aina (La Ina), junto al río Guadalete, el príncipe Abú-Malik -hijo de Alboacén o Abul Hassan, (rey de Marruecos)-, juró poner cerco a Xerez y no levantarlo hasta tomarla o perder la existencia. Tras esta amenaza y ante la posibilidad de que se cumpliera, Diego Fernández Herrera, brindóse a ir al campamento moro y dar muerte a Abú-Malik, conocido en la historia por el príncipe Tuerto o Picazo.Vestido de moro salió de Xerez aquella noche y atravesando el arroyo del Testudo (Badalejo), llegó al campamento, donde por saber muy bien la lengua arábiga, penetró fácilmente y se colocó cerca de la tienda del Infante. Según lo con él convenido, salieron de Xerez el día posterior (28 de octubre) los caballeros y peones, auxiliados por los mil caballeros de las mesnadas, que aquí heredó Alfonso XI. Una vez llegados al cerro Cabeza del Real, donde instaló Abú-Malik su tienda, sobre la medianoche, se dio la orden de acometer el campamento moro. El sonido de las trompetas, el relinchar de los caballos y el estrépito de las voces, despertó a Abú-Malik, quien requirió sus armas. Fingiéndose su escudero, Diego Fernández Herrera aprovechó la ocasión arrojándole su lanza, la cual le atravesó el pecho. Con pies en polvorosa, el caballero jerezano fue descubierto por su monta cristiana, por lo que fue perseguido por algunos árabes, que le infringieron tanta heridas y tan graves, que murió a los quince días de su hazaña. Fue enterrado en una cripta de la parroquia de San Marcos.
Fue recompensado con el título de libertador del pueblo jerezano con que ha sido conservada su memoria.
En 1782, haciéndose las primeras excavaciones en San Marcos, se halló su cadáver.
También se la rotuló en 1890 con el nombre de Egido.

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