Se convoca a la vieja guardia. Ya no sólo podemos arreglar el país y el mundo en beódas reuniones de tarde en tarde. Siguiendo una idea del amarillo aquí podemos enderezar el rumbo de nuestro paí... conjunto de naciones plurinacional, pluricultural, plurilingüe y pluritalantera, reinvidicar su historia... o lo que nos de la gana. Al principio no vais a escribir... pero ya entraremos en algún tema polémico y no podreis resistiros.

viernes, 11 de abril de 2008

RECONQUISTA DE GIBRALTAR POR LOS XEREZANOS

Este relato lo firma D.Javier Piñero en agosto de 1892. Os recomiendo que echéis un vistazo al original, dejo enlace abajo.


Corría el año de 1462, ocupaba el trono de San Fernando el débil rey Enrique IV. Juguete este príncipe de la anárquica nobleza de su desgraciado tiempo, sin voluntad propia ni energía para hacerse respetar, habiendo dejado escapar la corona de Aragón que le ofreció aquel Reino, arrastraba por el suelo la dignidad real, sin aliento para refrenar los desmanes de los soberbios magnates, ni ánimo para guerrear con los enemigos de su patria.

Enmedio de tantos disturbios, iniquidades y traiciones, la nobilísima ciudad de Xerez de la Frontera fue de las pocas que, permaneciendo fiel y leal á su Rey legítimo, no solamente no tomó parte en las turbulencias y parcialidades que desgarraban á Castilla, sino que dando ejemplo de patriotismo y cívicas virtudes, conquistó por el esfuerzo de sus hijos la más importante plaza fuerte de la Península.

Todo era animación y desusado movimiento en la mañana del martes 17 de Agosto, en la fuerte y frontera ciudad de Xerez; tañía á rebato la campana de la antigua mezquita, convertida desde la Reconquista en católico templo bajo la advocación del Patrón San Dionisio, y al rumor de atabales y pregones, agolpábanse caballeros, hijos-dalgos y pueblo delante del atrio de su puerta mayor; gran entusiasmo había en toda la ciudad, puescorrían voces de que se trataba de salir á pelear contra los moros.

Bajo las dovelas del árabe pórtico, de pié sobre las gradas que dan acceso al templo, veíase un caballero de gentil apostura, que tenía en sus manos un pliego, el cual leía en voz alta; era Gonzalo de Ávila, corregidor de la ciudad y Maestre-Sala del Rey. Rodeábanle gran número de regidores y de caballeros, y un inmenso gentío pululaba en la plaza a donde iba afluyendo una multitud ébria de entusiasmo y ansiosa de gloria; había venido la carta de la villa de Castellar; escribióla Alonso de Arcos, Alcaide de Tarifa; pedíase por ella auxilio al Concejo de Xerez para marchar sobre los moros de Gebal Tarik, y anunciábase que también se había escrito con el mismo fin á las ciudades de Medina Sidonia y Alcalá de los Gazules. Grande fue el deseo de partir al combate, que se despertó en los pechos de los xerezanos; después de la lectura corrieron en tropel á las casas del Cabildo, donde se dieron órdenes para que se armasen, segun costumbre, todos los hombres de á pie y de á caballo, que estuvieran disponibles.

Escribiéronse cartas á Rota y otras villas, y animóse la ciudad en todo el día y aquella noche con el rumor de los bélicos preparativos.

Era en aquella época la ciudad de Gibraltar plaza importantísima, pues siendo el límite meridional de Reino granadino, era el punto más apropósito para recibir los refuerzos de los moros africanos, que en pocas horas podían atravesar el Estrecho: bien habían comprendido su importacia estratégica los Reyes de Castilla, y bién cara pagó su obstinación el onceno de los Alfonsos, muriendo delante de sus muros en 1350, después de inútil y porfiado cerco.

Ya en el año 708 de los árabes, ó sea en 1306 de nuestra era, había sido reconquistada por vez primera Gibraltar, habiéndose perdido segunda vez a manos del valeroso Muhamed ben Ismail, Rey de Granada, quien á su vez tuvo que cederla al africano Abul Hasan, Rey de Fez y dueño de Ceuta. Ya el hijo de Aben-Ismail, llamado Muley Abul Hacen, caballero valiene y animoso había hecho algaras y corrido las tierras andaluzas, sembrando el espanto y la muerte en los campos cristianos, aunque habían sido desbaratadas sus huestes por los fronteros de Osuna, en 1460 había vuelto con mayor éxito aprovechándose del estado de desórden en que tenía el Reino, la indolencia y debilidad del cuerto Enrique de Trastamara; las ciudades de Andalucía estaban inquietas, pero no se atrevían por falta de recursos y de caudillos á emprender una iniciativa peligrosa, contra sus naturales y eternos enemigos.

En estas circunstancias llegóa á Xerez la carta de Castellar.

Era el amanecer del 18 de Agosto; el sol ardiente del privilegiado Andálus, doraba con sus primeros rayos una lucida, aunque corta legion compuesta de cuatrocientos de á caballo y mil seiscientos ballesteros y lanceros de á pié, que salía por la Puerta del Real de la antigua é histórica Céret. Los fuertes guerreros que componían esta hueste, acababan de orar en la capilla de Nuestra Sra. del Humilladero, señal de que se disponían a combatir, y de que alguna empresa grande meditaban. Iba a su frente el ilustre caballero xerezano Gonzalo de Avila, seguido de lo más granado de la nobleza xerezana, cabalgando en briosos corceles, sonaban con rumor bélico las lanzas puestas en las cujas, contra los escarpes, grebones, canilleras y espuelas de aquellos hombres de hierro; lucían á la espléndida, primera luz de la mañana, las blancas sobrevestes de los caballeros adornadas con las vistosas cruces de las militares órdenes, y caían, plegándose sobre corazas y coseletes de acero, ó sobre cotas de férrea y tupida malla, limpias por el continuo batallar y abolladas por el rudo golpe de enemigas armas; que estaban los xerezanos templados de antiguo en el duro ejercicio de la guerra, ya encarnado en su vida y en sus costumbre.

Del centro de aq2uella lucida cabalgata, que se movía con vivo centelleo, retratando en los arneses los reflejos de un sol esplendoroso, como chispas de fuego, entre las nubes de blanco polvo que movían los poderosos piés de los caballos, destacábase majestuoso un grande y morado pendón, en cuyo centro se veían once medias lunas tornasoladas con resplandores de oro. Era el pendón glorioso de los Beni-Merines, salpicado con generosa sangre xerezana, y ganado en otro tiempo al rey moro Alboacen, por el caballero xerezano Aparicio Gaitan, en la célebre batalla del Salado; ostentábalo en alto el alférez Pedro Nuñez, henchido de gozo y de orgullo, por llevar entre sus manos tan preciada y victoriosa reliquia.

Marchaban detrás en buen orden los peones mandados por sus almocadenes asemejando movible bosque las lanzas y picas tantas veces enrojecidas en sangre musulmana.

Agolpábase en las alturas de las murallas una multitud inmensa que despedía con vítores á los ilustres guerreros, pidiendo á Dios por el acierto de la cristiana y patriótica empresa.

A los dos días de la partida de esta lucida expedición, por mandado de Gonzalo López del Castillo, alcalde mayor, y Diego Martinez de Avila, corregidor, enviaron los xerezanos un refuerzo, consistente en ochenta y siete acémilas y una escolta de sesenta caballos, pero poco despues trajo Diego Diaz de Bonilla la agradable noticia de la rendición de Gibraltar á las victoriosas armas jerezanas.

En efecto, en la tarde del glorioso dia 20 de Agosto de 1462, después de porfiada resistencia había pactado el alcaide de Gibraltar, Mahomed Ceba (el leon), la entrega de la plaza á los caballeros de Xerez. Habian llegado también á la conquista los soberbios magnates andaluces, eternos rivales, D. Juan Ponce de Leon segundo Conde de Arcos, con su hijo D. Rodrigo, Marqués de Cádiz y don Juan de Guzman, Duque de Medinasidonia, teniendo la pretension de que se le rindiese la ciudad á cada uno de ellos: ya estaba pactada la entrega de la plaza, y estuvo a punto de malograrse la empresa, pues los poderosos magnates disponíanse á resolver entre ellos por las armas la contienda, pero el prudente y valeroso caballero Gonzalo de Ávila que iba en la vanguardia, mandó abrir las puertas de la ciudad, metiéndose primero con su gente, dispuesto á defenderla de lo soberbios rivales, pero apercibidos estos del movimiento de los xerezanos, adelantaron sus huestes, entrando todos en tropel en la fortaleza.

El Rey D. Enrique llamó á nuestro Regidor Pedro de Pinos, á quien dión instrucciones sobre la conservación de tan importante conquista, dando las gracias á los xerezanos por carta expedida en 2 de Septiembre del mismo año, firmada por el Rey y refrendada por Gonzalo Mendez, como consta en los archivos de esta ciudad.

El Duque de Medina y el Conde de Arcos que aspiraban al señorío de Gibraltar, tuvieron que retirarse mal de su grado, confirmando el Rey á sus ganadores los xerezanos, su guarda y tenencia, nombrando alcaide á Pedro de Porras, mandando se le diesen 100.000 maravedises, y saliendo además 100 caballeros de esta ciudad para la defensa de la plaza, y añadiendo la corona a sus títulos el nuevo y glorioso señorío de Gibraltar.

El dia 24 del mismo mes de Agosto volvió victorioso a la invicta Xerez el triunfante pendon, llamado por el vulgo Rabo de Gallo, despues de haber paseado su gloria por los muros de la inexpugnable Gibraltar; uniendo estos nuevos timbres á los ya inmarcesibles que ostentaba.

Digna de justo orgullo debe ser para los jerezanos esta fecha gloriosa del 20 de Agosto, aniversario de la reconquista, por sus mayores, de la plaza fuerte mas importante de nuestra patria, que para mengua de España y por la villana acción del almirante Rooke, domina hoy una bandera extranjera, manteniendo abiertas hondas heridas en todos los pechos españoles.

http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/rahis/01361734328258619043679/p0000001.htm

lunes, 7 de abril de 2008

'in memoriam' a un héroe de Jerez

Diego Fernández Herrera, es a diferencia de Alfonso X El Sabio, el héroe de Jerez y de los jerezanos. Aunque el segundo libró a la villa de la definitiva presencia musulmana, fue el hidalgo jerezano quien evitó con una acción de astucia, pero peligrosa -tanto que al final le costó la vida-, acabar con la intención de los moros de recuperar la ciudad.

Corría el año 1339, 27 de octubre y vísperas de los santos Simón y Judas-Tadeo (apóstoles). La historia recopilada en los Archivos Municipales, cuenta que apostados en el llano del Aina (La Ina), junto al río Guadalete, el príncipe Abú-Malik -hijo de Alboacén o Abul Hassan, (rey de Marruecos)-, juró poner cerco a Xerez y no levantarlo hasta tomarla o perder la existencia. Tras esta amenaza y ante la posibilidad de que se cumpliera, Diego Fernández Herrera, brindóse a ir al campamento moro y dar muerte a Abú-Malik, conocido en la historia por el príncipe Tuerto o Picazo.Vestido de moro salió de Xerez aquella noche y atravesando el arroyo del Testudo (Badalejo), llegó al campamento, donde por saber muy bien la lengua arábiga, penetró fácilmente y se colocó cerca de la tienda del Infante. Según lo con él convenido, salieron de Xerez el día posterior (28 de octubre) los caballeros y peones, auxiliados por los mil caballeros de las mesnadas, que aquí heredó Alfonso XI. Una vez llegados al cerro Cabeza del Real, donde instaló Abú-Malik su tienda, sobre la medianoche, se dio la orden de acometer el campamento moro. El sonido de las trompetas, el relinchar de los caballos y el estrépito de las voces, despertó a Abú-Malik, quien requirió sus armas. Fingiéndose su escudero, Diego Fernández Herrera aprovechó la ocasión arrojándole su lanza, la cual le atravesó el pecho. Con pies en polvorosa, el caballero jerezano fue descubierto por su monta cristiana, por lo que fue perseguido por algunos árabes, que le infringieron tanta heridas y tan graves, que murió a los quince días de su hazaña. Fue enterrado en una cripta de la parroquia de San Marcos.
Fue recompensado con el título de libertador del pueblo jerezano con que ha sido conservada su memoria.
En 1782, haciéndose las primeras excavaciones en San Marcos, se halló su cadáver.
También se la rotuló en 1890 con el nombre de Egido.